La historia de los Campeonatos Mundiales de fútbol no ha podido olvidar aquel 22 de junio de 1986. La gesta de Diego Armando Maradona fue inolvidable. “La mano de Dios” le daba al “10” argentino un pase directo al infierno. Pero a Maradona solo le bastaron tres minutos para conseguir un acceso directo al cielo. Dibujó el gol más bello del balompié. Un total de 114 . 580 espectadores intercedieron por él, mientras en el escenario principal un costarricense era parte del espectáculo.
Tan solo con levantar la bandera o sancionar una falta podía cambiar el rumbo de la historia. Sí, un tico estaba ahí. Dentro del polémico cuarteto arbitral, Berny Ulloa, con 35 años, figuraba como línea de aquel partido en el que Maradona condenó como culpables a 11 ingleses por la Guerra de las Malvinas.
En ese juego, Argentina clasificó a las semifinales para posteriormente coronarse campeón en una final contra Alemania. Por cierto, el costarricense Ulloa también estuvo ahí. Fueron cosas de la Divina Providencia, según reconoce.
La décima tercera Copa del Mundo se iba a realizar en Colombia, pero al final fue albergado en tierras aztecas, las cuales fueron sorprendidas por un terremoto de 8, 1 grados en la escala de Ritchter a escasos meses del evento y por poco se cambia la sede. Mientras que el árbitro costarricense Berny Ulloa nunca pensó en ser árbitro. Él jugaba de defensa, un rudo zaguero que vistió la camiseta de Barrio México en la primera división y de San Carlos en la liga de Ascenso.
«Dios ya me tenía programado para estar ahí en ese partido, en esa hora. Ese mundial fue lo mejor de mi carrera. Yo en el 86 estuve en cinco juegos y en Italia 90 estuve en una cantidad similar. Ser designado en una Copa del Mundo es la máxima aspiración que puede tener un árbitro.»
Mientras cuenta su recorrido, suelta unas facturas que tenía en sus manos y de reojo repasa cada uno de los certificados que adornan su oficina. Son más de 15 recuadros en una pequeña oficina pintada completamente de amarillo. Uno de los colores tradicionales del arbitraje, pienso, desde que dejaron el luto en 1994. Precisamente, ese año se retiró del arbitraje.
«Al mundial se llega con mucho trabajo y disciplina. – Se quita los anteojos y juega con sus manos-Yo fui un árbitro muy avanzado. Terminé el curso en el 77 y ya en el 80 estaba en Primera División y era árbitro internacional.»
Argentina e Inglaterra iban 0-0. Faltaban cerca de 10 minutos para el final del primer tiempo y Maradona fue a cobrar un tiro de esquina en el extremo derecho. El capitán celeste le pidió espacio a una decena de fotógrafos que al parecer le estorbaban. Ahí apareció Ulloa, en una escena de 56 segundos.
Maradona llegó y quitó la banderilla. La hizo tirada, como un joven rebelde, malcriado. Ulloa se interpuso entre el balón y jugador. “No me rompas la pelota”, le reprochaba el genio, pero Ulloa lo obligó a poner las cosas en su lugar. Sin intimidaciones. Su dedo índice derecho le señalaba perfectamente cada una de las indicaciones. Con sus dotes de mago, solo puso la banderilla, sin introducirla correctamente en el asta, pero el asistente tico había dado una orden. “Complacido señor Ulloa”, le dijo Maradona.
«Yo seguí normal y me hice a un lado. No me intimidé. No me acordaba de que estaba lidiando con el mejor jugador del mundo. Así como estoy hablando con usted le hablé, tranquilo. Mucha gente lo veía pesado. Yo lo traté en tres partidos y era una persona bastante normal y sencilla.»
Para el segundo tiempo, Maradona firmó su obra de arte inolvidable para la historia. Pero quién iba pensar que un tico estaría en el mismo terreno de juego. Mucho menos aquel vecino de San Pablo de Turrubares, que llegó más alto como silbatero que como defensor.
De hecho, se inició en el ambiente del arbitraje para estudiar un poco de reglas y tener bases para reclamarle a los árbitros. “¿Cómo se va meter usted a eso, si usted es un sucio para jugar”, fueron las palabras de su formador José Joaquín “Pachico” García, quien es recordado por ser uno de los fundadores del Saprissa y llegar a la primera división con los morados tras grandes campañas en la tercera y segunda división. Pues fue así como Ulloa siguió los consejos de Juan Soto París y dirigió mundiales juveniles en Rusia y Alemania, así como los mayores de México e Italia.
«Los árbitros podían competir hasta 50 años y dependiendo de sus capacidades para llegar al máximo nivel, duraban entre 5 y 10 años. Pero en Costa Rica todos los árbitros, buenos y malos, llegan a la primera división. Buenos y malos…»
Y el destino lo había colocado entre los 35 árbitros de todo el mundo que estarían en México 86 y presenciando el capítulo en que Maradona metía la mano en el bolsillo de los británicos y les sacaba el dinero que no les pertenecía, como explicó el argentino.
Él vivió la mano de D10s y una simple determinación suya podía cambiar la historia, pero esa calurosa tarde sus compañeros, Alí Bennaceur (Túnez) y Bogdan Dotchev (Bulagria), pagarían los platos rotos de una mano que nunca imaginaron.
Tan solo no podían concebir como un hombre de 1,66 metros le ganaba un salto a otro de 1,87. Era imposible, pero hasta el papá de Maradona creyó que fue con la cabeza.
«El famoso gol con la mano afortunadamente no fue por mi sector, porque si hubiese sido por mi sector, aún estaría con la bandera arriba. Nosotros no nos dimos cuenta, sino hasta que llegamos al hotel. Un 80 o un 70 o un 60 por ciento… no sé qué cantidad de porcentaje, pero la gente en el estadio no se dio cuenta.»
¿Qué pasaba en el camerino?
«En el camerín era una felicidad. Cuando terminamos el partido todo era alegría y más porque era un árbitro que no tenía la experiencia necesaria, pero la Fifa es así. Todos los que llegan al mundial tienen la posibilidad de dirigir y él hizo un buen trabajo.
Ulloa cuenta que el árbitro venía de trabajar en un país donde no llegaban a los estadios ni 3 mil personas, pero en el estadio Azteca habían más de 100 mil espectadores. El árbitro fue muy feliz en ese momento.
¿Y cómo se dieron cuenta?
Cuando llegamos al hotel nos dijeron que el gol de Maradona fue con la mano ¿Cómo, con la mano? Nosotros nos preguntábamos cómo Maradona siendo tan pequeño, cómo le iba a ganar a Shilton pero creímos que la metió con la cabeza. Fue un final lastimoso para el árbitro, no para mí, porque los responsables eran el asistente y el central.
Fue así como Ulloa salió inocente de aquel pecado mortal para sus compañeros, los cuales nunca más fueron tomados en cuenta por la Fifa. Se sintió libre, sin nada de qué arrepentirse a pesar de que era un triste episodio en el que se encontraba.
Fue muy similar al que vivió en Limón en 1982, cuando invalidó una acción del equipo local en un juego en el que ganó Saprissa y provocó la molestia de los caribeños. A nivel nacional quedó la idea de que le habían quemado el carro. Pero Ulloa recuerda que en realidad solo faltó que le prendieran fuego. Lo destruyeron por completo, sin embargo él estaba tranquilo.
De igual manera, tuvo paz en 1993, cuando lo invitaron a dirigir un duelo decisivo entre América y Monterrey. Allí anuló tres goles de las Águilas y hoy reconoce que alguno tuvo que ser legítimo, pero él solo avaló las indicaciones de su asistente, como señala el manual de arbitraje, por lo que su conciencia no le reclama nada.
Ese polémico juego también fue en el estadio Azteca. Allí, donde Pelé se coronó Rey en 1970. Allí donde Maradona tomó una pelota y en 11 segundos inmortalizó el mejor gol de la historia y fue catalogado como D10s. “Arrancó casi al frente mío y solo me dije a mí mismo ¡Qué clase de gol!”, dice orgulloso. También fue en el Azteca, donde este padre de cinco hijos que hoy se dedica a la confección de uniformes estuvo en una final del campeonato del mundo. Sí, un tico.
Al fondo de su oficina destaca una máquina de escribir, el gafete Fifa y fotografías con sus hijas. También tiene una imagen del Papa Juan Pablo II durante su participación en la Copa italiana. Quizá no sea tan recordada porque lo que más trascendió fue la participación de la selección nacional de Bora Milutinovic. También recuerda que tiene una camiseta del “10” argentino, firmada por la estrella.
A Maradona se lo volvió a encontrar el 29 de junio de 1986. Fue ahí donde le regaló la camiseta, en la final del mundial. Encabezado por el brasileño Romualdo Arppi Filho, Ulloa estuvo en lo más significante de su carrera: La final de una Copa Mundial, aquella que Argentina gana 3-2 sobre Alemania.
Ulloa asegura que el nivel actual del arbitraje costarricense es flojo, para no decir que malo. También cree que los dirigentes no le han dado importancia y ya es mucho tiempo que Costa Rica no tiene centrales que asistan a mundiales, con excepción de Leonel Leal, que es asistente.
De repente ingresa una llamada a su celular y contesta. Siento que ya debo ir terminando la entrevista, pero antes el hombre que fue considerado como el mejor central de Centroamérica me dirá que quiere ser recodado en el arbitraje como justo, con equidad y justicia.
Se levanta para despedirse.
«Ahora me pongo a fregar con mis amigos y les digo que yo llegué más largo que la selección, porque ahora llegaron al octavo puesto (Brasil 2014). Yo llegué a la final.»
– Sonrío- ¿De los costarricenses solo usted ha estado en una final?
«Y no va a llegar nadie. Nunca. Solo yo. Va a ser muy difícil.»
Johel Solano Castillo
Una parte de esta entrevista fue publicada en el 2014 por La Prensa Libre.